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Foto del escritorVanina Rosenthal

NYFW a la distancia

Nadie daba dos pesos por este NYFW. Primero porque el clima es súper hostil, y segundo porque los diseñadores más fuertes ya no se presentan, entonces la agenda se vuelve poco atractiva. No estaba Rodarte, ni Tommy Hilfiger, ni Calvin Klein, ni Raf Simons…


Yo prioricé otros compromisos, me bajé a último minuto y durante los últimos siete días lo único que quise fue tomarme el primer avión. Me llamó la atención que nadie haya mostrado los talks (charlas entre desfiles sobre distintos temas súper interesantes como moda sustentable o el futuro del retail) ni el gossip. Así que desde aquí, a miles de kilómetros, haré mi humilde análisis.


New York ya no es la gran capital de la moda, pero sí es la ciudad cosmopolita por excelencia. Entonces, aún sin grandes desfiles ni diseñadores, igual lo que pasa allí marca de alguna manera la pauta del fashion month. Mucho color, hiking boots, Dr Martens, y parkas oversize. Ninguna novedad.


¿Necesitamos que alguien nos diga qué se viene? No. Pantone dijo que sería el año del Living Coral y, no sé ustedes, pero últimamente yo veo todo verde. Mucho más greenery que el 2017.


¿Hace falta que otra vez nos vengan con una galería sobre cómo combinar el aninal print? Tampoco. Hace cinco años que dejó de ser un estampado para transformarse en un color. Además, resulta que las reglas se hicieron para romperse. Las pasarelas son un espectáculo y una gran fuente de inspiración, pero no una plataforma para legitimar el copy & paste. Nada menos fashion que un look calcado de pasarela.


Este NYFW fue alucinante no por las tendencias, sino con la contingencia. Ver a Noor Tagouri, la periodista que puso en vergüenza a Vogue hablando de diversidad e inclusión con Nikki Ogunnaike, la editora de Elle que protagonizó la campaña #castmejcrew en el auditorio principal de Spring Studios, es algo realmente wow. Así como la cantidad de desfiles en los que participó Ashley Graham, la naturalidad con la que muchos castings incluyeron modelos de edades y tallas diversas y la renovación del front row, que incluyó varias caras absolutamente desconocidas para mí, que seguramente son megacelebridades en algún lugar.


Como me pasó con Lisa, la cantante tailandesa que se me sentó al lado el show pasado de Michael Kors y que nunca supe quién era hasta que cientos de personas empezaron a comentar MI foto de Instagram con SU nombre (fue unos de mis grandes #fails del 2018).


Las hermanas Ferragni ni siquiera viajaron. Alexa Chung tampoco. Olivia Palermo fue solo a un par de desfiles. Nina García no estuvo porque se está recuperando de una doble mastectomía y Chufy en una de sus historias de Instagram confesó que le dio frío ir al de Carolina Herrera, porque además era muy temprano.


Tal vez tenga que ver con el baby boom del que escribí en el Fashion Week de septiembre. Poca cara conocida, pocas marcas atractivas y temperaturas bajo cero resultaron una pésima combinación.


Destaco la elegancia del desfile de Ralph Lauren, la psicodelia de Michael Kors que realmente montó un show a la altura de las expectativas y los abrigos de cuero en remplazo de los teddy coats que en realidad no son tan sentadores.


Ojalá del otro lado del Atlántico suceda algo más entretenido. Tenfo fé.





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